domingo, noviembre 04, 2007

EL FOTÓGRAFO

Kundera diferencia a las personas entre aquellas que piensan siempre que están bajo la mirada ajena, aquellas que viven pensando en el amante que les mira, aquellas que nunca creen que les están mirando. Añado vivir bajo la mirada espía, distinta, distante de la fotografía. Porque no somos como creemos que somos sino como cree el que nos mira. Dicen que las miradas envejecen, que por eso existen las puertas, los despachos, las cerraduras. Él venía silente, despacio, ausente, observando las presas ajenas a su presencia, felices, libres, sin saber que van a ser capturadas, obligadas para siempre a estar quietas. Y ya de cerca, humano, con el disparo contenido y el arma recogida, ves que te sigue encuadrando. Y si le miras a los ojos cuando habla ves que su pupila se acerca y aleja, se agranda y achica enfocando como un diafragma. Y piensas que es esa la imagen verdadera, la que no se enseña, la que no se enmarca, la que se lleva para guardarla en su memoria. Porque si bien sabes lo que él te muestra, nunca sabrás su imagen preferida, ese momento en que capta tu alma, y la posa, la impregna, la exhibe y la considera propia, trabajo en silencio que a nadie enseña. Y al final, en este siglo de imagen y apariencia, con el paso de los años, su mirada será más poderosa que el recuerdo. Y ganará la batalla de la memoria, que es ganar la batalla de la experiencia y la vida. Y al repasar las imágenes será él quien cuente nuestra historia.

 
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