sábado, noviembre 18, 2006

EL ALQUIMISTA de la creatividad

En el restaurante tienen unas botellas de vino indio que se llaman como el nuevo restaurante que han abierto enfrente. A F.A. le hace gracia y llama nuestra atención para que nos sorprendamos con él. Es un niño grande, nervioso, inquieto, de hablar atropellado. Le veo entrar al local con su presencia especial, su pelo napoleónico de genio, su mirada quieta y certera. Le preocupa la obesidad, la prioridad del gasto de las familias, que cada vez dedican menos recursos a la comida. 40 entrevistas en Berlín "y no te creas que son respuestas cortas", "nada de cuestionarios, de persona a persona". Rápido, cariñoso, despistado. Observa, analiza, crea en cada palabra, en cada concepto, en su forma de ver las cosas más cotidianas. Piensa que ha encontrado una diseñadora de zapatos en Nueva York que se haría de oro en Europa. No entiende porqué no lo intenta. "A la gente como Frank Gehry, Philippe Starck... les ganas con los detalles, no necesitan más" Norman Foster le adora. Le regaló una de sus piezas "que no tiene nadie en el mundo". Se emociona con la gente que admira, como nosotros nos emocionamos con él, se entusiasma con las cosas pequeñas donde dejan huella los grandes genios. Habla de Blahnik, de Guy Laliberte, a los que admira con brillo en sus ojos profundos, limpios, negros. Se abre la pared acristalada del restaurante, una plataforma de una tolenada, y entra brisa fresca con color de mañana. Es embajador de la Marca España porque "la gente conocida tiene que estar al servicio del país". Propone, idea, dispone, el talento le hace no perder el tiempo. Se me olvida preguntarle cómo se lleva eso de saber que uno pasará a la posteridad, cómo se lleva dejar la impronta personal esculpida a fuego con ritmo de ideas y talento, qué siente sabiendo que siempre se dirá que hubo un antes y un después de Ferrán Adrià.

 
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